A través de la historia, los sistemas
educativos se han constituido en la base fundamental de la sociedad, y la
educación por su parte ha sido la encargada de seleccionar a los individuos tal
y como la sociedad los requiere.
Así mismo, en la sociedad moderna el
proyecto emancipador hace de la escuela una construcción histórica que produce
el conocimiento y los valores. De esta manera, se asume lo político como
indisoluble de lo social y se acepta que la escuela es el ámbito por excelencia
para la política como praxis, entendida esta como lo propio de la naturaleza
humana. En palabras de Zemelman la política es el medio para construir la
voluntad colectiva.
Es entonces la escuela la que puede
legitimar la organización democrática como máxima instancia de lo público a
partir de las relaciones escolares. De esta manera, se pretende incentivar el
proceso de humanización que promueve al hombre y lo libera de todas sus
servidumbres para hacerse cargo de su propia razón.
Este es el referente que rige las
tendencias educativas globales. Sin embargo, en nuestra realidad no ha tenido
viabilidad histórica para construir un proyecto de democracia sustentado en una
sociedad civil que ostente un perfil de participación y convocatoria fuerte.
Cabe entonces señalar la urgencia de
construir una élite cultural, como núcleo que organice un sistema de valores,
una forma de ver la vida y el hombre. Este núcleo va creciendo a través de la
evolución histórica y hace selección de las influencias porque sintetiza de
acuerdo a lo que es propio, y define por ende, su crecimiento armónicamente.
Esto se puede lograr a través del análisis académico en una institución escolar
que aborde el debate sobre los mínimos de convivencia, y decante formas iniciales
de construir sociedad civil. Iniciar un proyecto de tal complejidad requiere
tomar decisiones convergentes en los valores que le den sentido a la educación
colombiana a partir de nuestros propios problemas y no de modelos importados.
Por otro lado es importante educar en la
civilidad, para lo cual se requiere modelos éticos de convivencia humana, donde
el ser humano no sea un producto de consumo que se exhibe en los noticieros en
forma grotesca como trofeo de guerra. Recuperar la dignidad humana y el respeto
por la vida y los valores humanos es una prioridad en el sistema educativo
colombiano.
La educación debe trascender el ámbito de
la institución para indagar por los actores y las prácticas de la vida
cotidiana que están constituyendo modos de actuar, de conocer y de sentir en
los cuales la sensibilidad humana ha sido excluida y ha dado paso al mutismo y
a la caparazón en que todo resbala.
Así mismo el drama de nuestra identidad,
que no asumimos para aceptarnos tal y como somos no permite buscar entre
nosotros las dificultades y resolver nuestras confusiones para no seguir
superponiendo propuestas sin resolver las básicas. Me pregunto entonces ¿Cómo
nos acomodamos en una sociedad sin proyecto político estable, duradero y
construido por la propia comunidad?
La sociedad actual precisa el trabajo
colectivo para cumplir con las exigencias de la época. Los procesos de
democratización y las formas de ciudadanías necesarias para esta sociedad
requieren de una formación política con sentido de lo público. Cada vez es más
relevante la necesidad de ordenar la sociedad hacia el bien común, con el fin
de asegurar unos mínimos de convivencia.
Es importante destacar que la educación no
se escapa a estas tendencias políticas. Se le asigna a la escuela la difícil
tarea de iniciar los procesos de formación para la participación mediante el
PEI. (Proyecto Educativo Institucional) en donde se hace prioritario entonces,
la construcción de comunidad educativa. Formar un colectivo que se reconoce y
se piensa es el eje para iniciar los procesos de formación ciudadana,
entendiendo ésta como la condición para construir identidad escolar, en la cual
el cumplimiento de la norma es una forma de regular los procesos y darle mayor
curso a al acción para no estar buscando maneras de evadir las
responsabilidades mediante tutelas que pretenden ganar con astucia lo que no se
ha conseguido por otros medios. Estos proyectos educativos están pensados como
referentes que iluminan la cotidianidad escolar y le imprimen nuevos sentidos, políticos,
culturales, sociales y científicos a la tarea educativa. De esta forma se puede
viabilizar una utopía posible: mejorar las formas de habitar en el mundo
humano.
Hoy estamos inmersos en las ofertas
tecnológicas que obedecen al grado de civilización logrado por la humanidad.
Nuestro país ha podido acceder a lenguajes y maquinarias que facilitan de
alguna manera la utilización de sistemas y tecnologías propias de los avances
de los hombres, particularmente en el terreno de las ingenierías. Del mismo
modo, las expectativas de gobernantes, maestros y padres de familia, parecen
acceder a las posibilidades económicas y productivas reales de la economía
colombiana; eso se manifiesta tanto en los discursos de los gobernantes con
respecto a al educación, como en las demandas de los maestros y las solicitudes
de los padres de familia frente a los establecimientos educativos. Es claro que
muchos jóvenes sobrepasan, en la cotidianidad de sus ejercicios estas
expectativas, demostrando mayores habilidades que sus maestros en los manejos
técnicos de la informática. También es cierto que no estamos marginados del
ciberespacio, aunque es verdad que en ello nos queda mucho camino por recorren
particularmente en términos de generación de propuestas y alternativas. Por lo
tanto es urgente que estemos vigilantes sobre las exigencias culturales en el
manejo de la tecnología. De nada sirve que un alumno, grupo, establecimiento,
agremiación… tengan acceso competente a la información, si no tiene
competencias conceptuales equivalentes para el manejo e interpretación de la
información.
La misión de ciencia, educación y
desarrollo lo señala con frecuencia; así también el sistema nacional de ciencia
y tecnología llama la atención sobre la necesidad de prepararnos, como
sociedad, para entrar en el tercer milenio con capacidades competitivas
nacionales en el manejo de nuevas propuestas ingenieras, tecnológicas o
científicas, y para lograrlo todas las instancias están reconociendo la
necesidad de cualificar la educación, como estructura básica para el
mejoramiento de la calidad de vida de nuestra sociedad.
Por consiguiente el desarrollo económico,
político y social del país no debe quedar inscrito únicamente en el terreno de
las tecnologías de la civilización. Es necesario abrir campos a la
interpretación científica basada en la cultura académica, de tal manera que
logremos conquistar una sociedad sólida, para afrontar las relaciones que le
impone el desarrollo científico, las mismas que le impone la construcción de la
ya famosa Sociedad del conocimiento. Es pertinente reflexionar en estas
temáticas con el objeto de no caer desprevenidamente en las confusiones propias
de la ignorancia.
De tal manera que la educación en todas
sus instancias, debe comprometerse con la mejora de la calidad del
conocimiento. Ello significa que quienes tenemos la responsabilidad de
buscarlo, transmitirlo, debatirlo, también tenemos la obligación de
cualificarlos en nosotros mismos, no solo desde la investigación, sino también
desde la exposición y crítica a la que nos debemos someter. Queda aquí
planteada la posibilidad de entrar a trabajar en el tema de la evaluación en la
educación.
Otro aspecto indispensable para el cambio,
es la cultura la cual ofrece un espacio de relación entre la escuela y la
comunidad para lograr acuerdos básicos sobre los referentes de formación. Estos
referentes permiten transformar la realidad educativa a la que asistimos.
Así mismo, se ha validado un sistema único
de educación debido a un concepto universal y al desconocimiento de la
necesidad de integrar el contexto escolar y el cultural para cumplir una misión
formativa .El sistema educativo no ha hecho realidad
la necesidad imperiosa de que la educación
se adecue a las especificidades de la realidad cultural. Este es el reto para
que la comunidad educativa construya a través de los proyectos educativos
institucionales nuevos sentidos, para el que hacer de la escuela en los
procesos de formación de los estudiantes.
Además, podemos percibir que como producto
de los procesos culturales las sociedades en mayor o menor grado se encuentran
relacionadas con lo científico y lo tecnológico en forma ineludible, se encarga
a sí a la escuela de la responsabilidad de crear actitudes científicas y
tecnológicas en sus estudiantes y asegurar una cierta formación científica
inicial. No obstante, se conjugan diversos enfoques que, de una u otra forma,
abordan los problemas de acceso a la ciencia y su aproximación efectiva al
conocimiento.
Sin embargo, la recuperación de la
importancia del conocimiento en la escuela y la toma de conciencia de la
necesidad de reconocer la formación en ciencias como una competencia de los
educadores, es una posibilidad de acceso a una nueva racionalidad de la vida
escolar.
Por otra parte, el PEI se constituye en
una oportunidad única de construcción y praxis política que puede ayudar a
generar utopías o proyectos de largo alcance que pueden incidir en mejores
formas de convivencia y de resolución de problemas cotidianos mediante una
formación política ciudadana.
Actualmente, la sociedad contemporánea
plantea unos procesos de democratización política y unas nuevas formas de
ciudadanía que dinamizan la vida comunitaria. Estas representaciones sociales
del mundo moderno, se convierten en demandas puntuales a la educación, en
cuanto a la formación política con un nuevo sentido de lo público.
De este modo, se reconoce la práctica
educativa como un laboratorio para potenciar nuevas formas de convivencia y de
ingreso al orden sociocultural de la época.
El desafío es entonces, para una educación
de calidad con equidad en la perspectiva de una educación para la democracia,
no radica exclusivamente como se pudiera pensar, en disminuir las elevadas
tasas de ingreso tardío, repetición, deserción temporal y definitivamente en la
enseñanza básica, y erradicar la obsolencia curricular de la educación, sino
que también, queda referido a la necesidad que existe de introducir cambios importantes
en la cultura escolar. Se plantea que el sujeto educativo debe
conceptualizarse, no sólo como sujeto económico, sino también como sujeto
social que pueda incorporase en forma crítica, activa y constructiva a los
procesos económicos, sociales, políticos y culturales.
Finalmente plantearse el problema de la
calidad de la educación implica preguntarse qué, cómo y cuánto aprenden los
estudiantes, así como por el tipo de sujeto que esta formado en la escuela.
Significa plantearse las necesidades de conocimientos, habilidades, valores y
actitudes indispensables para vivir con dignidad, seguir aprendiendo, mejorar
la calidad de vida y contribuir en términos sociales, políticos y culturales al
desarrollo y transformación de la sociedad, hacia unas más justa y democrática.
De esta manera el mejoramiento de la
calidad, nos obliga a mirar los procesos educativos centrándose
fundamentalmente en lo que los estudiantes necesitan aprender, mas que en lo
que se quiere enseñar, es decir, subordinar los procesos de enseñanza a los de
aprendizaje. Si miramos el proceso educativo desde esta perspectiva, los
alumnos aprenden conocimientos, habilidades, actitudes y valores en las
relaciones pedagógicas que viven día a día en la escuela y en el aula. Por
tanto es fundamental considerar la transformación de las relaciones pedagógicas
cotidianas que están insertas en una determinada cultura escolar. En este
sentido, avanzar en relación con la calidad de la educación, implica avanzar en
proceso de transformación cultural.
Plantearse una educación y un currículum
de calidad con equidad en una perspectiva democratizadora significa, además,
hacer transformaciones importantes en la cultura escolar y preocuparse por la
pertinencia curricular.
La consigan que señala que “el
conocimiento es poder” se aplica plenamente en el momento que se piensa
transferir el poder y el control del currículo. No olvidemos, que en el
currículo se ponen en juego intereses distintos, en muchos casos contrapuestos
que intentan ganar primacía y legitimidad.
El currículo en una sociedad o en una
comunidad autoritaria es le resultado de la imposición de los intereses del
grupo que sustenta el poder democrático, el currículo se alcanza después de un
proceso de negociación, en el que se confrontan intereses para el logro de
consensos y para dar espacio también al disenso.
El gran reto para nosotros, los educadores
es formar parte activa del cambio y hacer que los proyectos educativos se
inicien como verdaderos procesos de participación para la construcción de la
comunidad educativa. Solo una comunidad que es capaz de pensarse estará en
posibilidad de reconocer los intereses colectivos, y así gestionar reales
procesos que mantengan las prácticas efectivas y transformen las prácticas
obsoletas, que ya no aseguran el éxito y el mejoramiento al interior de una
institución educativa .Los cambios sólo se verán cuando se ilumine el acontecer
diario de nuestras prácticas pedagógicas y se le de sentido a la cotidianidad
de la escuela en sus diferentes niveles.
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